Hemos pedido a nuestros seguidores que nos cuenten si alguna vez se han sonrojado en el gimnasio, y no precisamente por hacer ejercicio.
Ligar en el gimnasio con un completo desconocido puede salir bien o puede salir muy mal, pero basándonos en vuestras historias, parece que las cosas no suelen salir según lo previsto en estos casos…
Estas son algunas de las historias que más nos han gustado de entre todas las que nos habéis contado:
1. Las pastillas quemagrasa
“Hace tiempo entrenaba en un gimnasio que tenía una pista de atletismo. Un día cualquiera, estaba corriendo por la pista y noté que un chico no paraba de sonreírme y pensé que me estaba mirando, así que le devolví la sonrisa. Seguí corriendo y, cuando llegué a su altura, me llamó.
En ese momento pensé que había tenido suerte, pero no… estaba a dieta y había empezado a tomar unas pastillas para quemar grasa. Para mi horror, me di cuenta demasiado tarde de que tenía una mancha enorme de sudor en los pantalones y el chico simplemente se estaba riendo de mí. Por no hablar de que ni siquiera era gay. Final trágico para una historia trágica…
- Anthony O'Reagan
2. La clase de spinning que salió mal
“Un día estaba hablando con un amigo sobre las mejores formas de ligar en el gimnasio, y él estaba convencido de que las clases de spinning serían un buen sitio para ligar, porque según él, "siempre están llenas de chicas".
Pues bien, con el tiempo decidí poner el consejo de mi amigo en práctica y entré a una clase de spinning a ver si había suerte. Me subí a una bicicleta que había libre al lado de una chica muy guapa que creí que me estaba mirando (probablemente no era así). En fin, después de entregarme al máximo durante la clase tratando de impresionar a la chica, me bajé de la bici, empecé a sentirme mareado y me desmayé allí mismo. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en el suelo con toda la gente de la clase a mi alrededor mirándome y sin saber qué había pasado.
Ni que decir tiene que no crucé ni una sola palabra con la chica y nunca he vuelto a hacer una clase de spinning".
- Harry Chambers
3. Los leggings traicioneros
"Llevaba 3-4 semanas mirando a un chico del gimnasio que me gustaba y siempre le sonreía, pero un día se me ocurrió pasar al siguiente nivel y pedirle que me echara un ojo mientras hacía sentadillas. Ese día me había puesto mis leggings rosas favoritos porque sabía que él estaría allí y estaba dispuesta a dar el paso. ¿Qué podría salir mal?
Estuvimos charlando mientras yo me preparaba para hacer las sentadillas (incluso me invitó a tomar un café después), y justo cuando empecé a hacer la primera sentadilla escuché como se rompían mis leggings justo por la costura del culo.
En mi vida había pasado tanta vergüenza, pero guardé la compostura e intenté disimularlo riéndome, pero a él no le hizo ninguna gracia. Así que dejé de entrenar y me fui a toda prisa del gimnasio. ¿Qué pasó con aquel chico? No le he vuelto a ver".
- Rhianna Mann
4. El ligón graciosillo
“Ese día comenté en el grupo de WhatsApp de mis compañeros de gimnasio que era el día perfecto para ligar. Fui al gimnasio y todo iba bien hasta que empecé a hablar con una chica guapísima que estaba haciendo sentadillas a mi lado.
Yo también estaba haciendo pierna, así que allí estaba yo hablando con ella mientras hacía peso muerto cuando de repente entraron mis compañeros en el gimnasio. En cuanto me vieron hablando con ella, automáticamente empezaron a mirarnos y a reírse.
Yo, como el inmaduro del grupo que era, les grité: ¡Sí, estoy ligando! Al oírme decir eso, la chica con la que estaba hablando se fue casi literalmente corriendo y me dejó allí solo con mis compañeros enfrente riéndose a plena carcajada. Desde entonces no he vuelto a hablar con ella y evitamos todo contacto visual".
- Dan Masters
5. La mancuerna asesina
"Hace unos cinco años, estaba en el gimnasio y le estaba mandando un mensaje a la chica con la que más tarde ese mismo día iba a tener una cita. Como estaba distraído, se me cayó una pesa de 20 kg directamente sobre el dedo gordo del pie. Al principio me dolió, y mucho. Fue ese tipo de dolor que te paraliza y no puedes ni siquiera gritar del susto. Además, de todas formas no me habría puesto a gritar en el gimnasio.
Decidí continuar con mi entrenamiento como si no hubiera pasado nada para no llamar mucho la atención, pero en cuanto hice la primera repetición en el press de banca me di cuenta de que algo no iba bien. Me quité la zapatilla y vi que el calcetín estaba completamente rojo. Me acerqué como pude a un entrenador y le pregunté si tenían primeros auxilios, teniendo que explicarle lo que me había pasado.
No solo tuve que ir a urgencias y cancelar la cita, sino que durante un mes tuve que llevar una zapatilla especial para la hinchazón, de esas que llevan la parte de arriba abierta para que el dedo pudiera respirar.
Aun así, aunque tuve que ir con muletas, al final tuve una cita con esa chica”.
- Ryan Plant
6. Cita con acompañante…
"Hace poco tuve una 'cita en el gimnasio' con una chica y decidimos ir a otro gimnasio que no fuera el nuestro. Los dos acordamos que sería mejor mantener la cita en secreto para evitar cotilleos, pero uno de mis amigos se enteró de a dónde íbamos y el muy ingenuo se pensó que era un entrenamiento sin más… ¡y se apuntó!
Así que allí estábamos la chica y yo, y mi amigo tan feliz con nosotros sin saber nada… fue realmente incómodo. No; no tuve otra cita con la chica”.
- John Gilchrist
7. El entrenador bien cualificado
“Estuve entrenando casi un año en un gimnasio de alto nivel con un entrenador personal. La verdad es que era un chico joven, pero era muy bueno en su trabajo, y además tenía un cuerpo estupendo. Gracias a él progrese mucho.
Yo era bastante mayor que él, así que me gustaba hacerle bromas inapropiadas para que se sonrojara, pero nos llevábamos muy bien. Recuerdo que siempre había un momento incómodo cuando me ponía la barra en la espalda para hacer zancadas y había… em… cómo decirlo… algo que se interponía entre nosotros.
Ni que decir tiene que siempre me daban ataques de risa cuanto hacíamos zancadas y él alucinaba, de hecho, hasta a mi marido le parecía gracioso”.
- Ruth Brown
8. El gran golpe
“Hace un tiempo que me gusta un chico que va a una de mis clases, y un día que yo estaba en el gimnasio llegó él. En cuanto lo vi, tuve que dejar de hacer sentadillas porque me daba vergüenza.
Para no quedarme parada en medio del gimnasio sin saber qué hacer, me fui al final de la sala a una máquina de jalones que había libre. Me senté en la máquina, me agaché para cambiar el peso y automáticamente la polea se rompió y la barra me cayó justo en toda la cabeza.
El golpe se escuchó en toda la sala y todo el mundo se giró a mirarme con cara de preocupación, e incluso apagaron la música para ver qué había pasado. Ahí estaba yo, sentada en el suelo, con la cara más roja que un tomate (por la vergüenza y el dolor) haciendo contacto visual con el chico que me gustaba.
Aunque nunca había pasado tanta vergüenza y seguramente perdí varias neuronas tras aquel golpe, me hice amiga del chico, así que tampoco fue tan mal”.
- Aline Arnold
9. El descarado
“Encontré un chico en Tinder y vi que en una de sus fotos estaba en el gimnasio en el que yo entreno. De primeras pensé que quizá no fuese buena idea hablarle, pero nunca lo había visto por el gimnasio (entreno a las 6 de la mañana y no hay mucha gente a esa hora), así que me lancé.
Empezamos a hablar y al final salió a relucir que iba al mismo gimnasio que yo. El caso es que el día antes de nuestra cita se presentó en el gimnasio exactamente a la misma hora que yo sin avisar y merodeando a mi alrededor intentando entablar una conversación de lo más incómoda.
Se coló literalmente detrás de mí sin que me diera cuenta y se sentó en el banco en el que yo estaba a punto de sentarme. No me saludó ni nada. En ese momento tuve una de las conversaciones más incómodas de mi vida, y ni que decir tiene que la cita no fue demasiado bien. Curiosamente, desde ese día no lo he vuelto a ver”.
- Abigail Aldhous
10. El guiño incómodo
“Me gustaba un chico con el que entrenaba en un equipo de powerlifting que era más joven que yo y era muy guapo, de hecho le gustaba a la mayoría de chicas del equipo. Supuse que tendría unos veintitantos, así que empecé a coquetear inofensivamente con él. La verdad es que fue muy educado, pero cuando me enteré de que en realidad tenía 19 años, dejé de coquetear con él porque era demasiado joven para mí.
A la semana siguiente estábamos entrenando y en un momento de descanso entre ejercicios acabé con la mirada totalmente perdida hacia el horizonte. No me había dado cuenta de que estaba mirando justo hacia donde estaba él y de repente me empezó a temblar el ojo. Se pensó que le estaba guiñando el ojo y él me guiñó el ojo varias veces en plan seductor. Al principio no lo entendí, pero mi amiga se dio cuenta de todo y me dijo lo que estaba pasando.
Cuando entendí lo que pasaba me reí y me volví a girar hacia él y le guiñé también el ojo, pero el problema es que no sé hacerlo y no quedó nada sexy. De hecho, fue tan poco sexy que el chico acabó la serie que estaba haciendo y se fue. A los días me enteré de que había dejado el equipo y no le he vuelto a ver".
- Christina Coughenour
11. La mancuerna saltarina
“Un día cualquiera empezó a venir una chica muy guapa al gimnasio y yo quise impresionarla haciendo press de banca con mancuernas, pero casi le rompo un pie. Cogí unas mancuernas demasiado pesadas (eran mancuernas de 40 kg) y al tirarlas al suelo rebotaron y una de ellas fue directa a los pies de la chica. Ella salió literalmente corriendo para que la mancuerna no le aplastase un pie.
Desde ese día me mira todo lo mal que se le puede mirar a una persona y evita a toda costa entrenar en un radio de 5 metros de mí… al principio fue duro, pero ya me estoy acostumbrando”.
- Miles Thompson
12. El tío "guay
“Entrando al gimnasio veo a la chica que me gusta haciendo sentadillas, así que me pongo en modo “guay” y voy todo decidido para allá a hacer sentadillas yo también. En un intento de ser gracioso y también de impresionarla, cargo la barra con 60 kg, la miro, le guiño un ojo y le digo: “es mejor empezar con poco peso para calentar”.
En ese momento, doy un paso atrás para salir del rack con tal mala suerte de que se me queda un pie enganchado y me tropiezo (estuve a punto de caerme). La barra cayó desde mis hombros hacia el suelo y el golpe se escuchó en todo el gimnasio. Me puse completamente rojo y me fui inmediatamente de allí. Nunca he vuelto a hablar con ella".
- Joe Davies
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Traducido por Rubén Del Toro
Victoria Catterall-Decalmer tiene la carrera de Literatura Inglesa. Le encanta entrenar de forma poco convencional, como por ejemplo el Pole Fit, el cual ha estado practicando durante los últimos 4 años. También siente verdadera pasión por la comida, por eso le encanta probar restaurantes nuevos de su ciudad natal en su tiempo libre.